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MUSEO HERMITAGE: FUENTE DE INSPIRACIÓN Y CULTURA MUNDIALES

El Museo Hermitage, en San Petersburgo, es un lugar icónico de la historia y del arte donde millones de obras de los más memorables maestros universales conforman una armonía y una estética exquisitas para sus innumerables visitantes cada año. No en vano, el libro de los Guiness Records lo ha nombrado como la pinacoteca más completa del mundo.

A la orilla del río Neva, se aprecia la majestuosidad de los seis edificios que conforman la totalidad del museo, siendo además un símbolo de la arquitectura rusa y un atractivo turístico difícil de ignorar para aquellos que le ofrecen a su percepción las mejores experiencias.

Construido sobre los parámetros de la arquitectura barroca petrina, se encuentra el Palacio de Menshikov, primero de los edificios del museo, que desde 1727 guarda colecciones de arte importadas de Europa Occidental por orden de la Emperatriz Catalina la Grande, primera directora del museo y única mujer en su historia que ha ocupado este cargo. La vista exterior del palacio es fascinante. Los acabados inspiran sensaciones sublimes a partir de la composición de columnas gruesas, un balcón amplio que se ubica sobre el pórtico de piedra, y las grandes coronas reales puestas sobre los aguilones de la vista frontal. Además, las ventanas pequeñas evocan sensaciones de intimidad con el arte, ya que permiten la entrada de luz al interior en la medida y el ritmo justos.

La estética barroca del edificio principal, el Palacio de Invierno, característica de mediados del siglo XVIII, es tan detallada como algunas de las maravillosas pinturas que hacen parte de la pinacoteca. Con predominio del color azul y blanco, pero con detalles dorados que realzan la sensación imperial, este edificio es protagonista en la composición total de la vista del museo. Las esculturas antropomórficas ubicadas en el techo custodian en sus elegantes posiciones la inspiración de los maestros contenida en las obras que habitan el edificio y generan gran expectativa sobre las colecciones y la inmortalidad que representan.

Por otra parte se encuentran los edificios menores, que no por esto son menos impactantes y bellos. El Teatro Hermitage, por ejemplo, construido en tan solo 4 años (1783 – 1787) como resultado de los deseos de la emperatriz Catalina II y de la imaginación del arquitecto encargado Giacomo Quarenghi, es un ejemplo de la estética neoclasicista rusa de finales del siglo XVIII. Sus ventanas del primer piso, aunque un poco rústicas, están decoradas con máscaras de leones, que simbolizan probablemente el ímpetu de la nobleza y del imperio. En el segundo nivel hay una columnata que sirve de soporte para las estatuas de dramaturgos griegos y para las exedras en que reposan las estatuas de los poetas de la antigüedad.

Otro edificio muy llamativo es el Nuevo Hermitage, cuya construcción data de una época más reciente que los anteriores (1842-1851). Su ornamentación representa una simbiosis de estilos clásicos, renacentistas y barrocos que dan vida a las enormes superficies de las fachadas del edificio. Adicionalmente, las cariátides que sostienen el techo de la entrada parecen complacidas en sostener el recinto del que emana diariamente una cantidad infinita de inspiración. El antiguo Hermitage y el pequeño Hermitage son igualmente una muestra del buen gusto de la realeza, con decoraciones exteriores e interiores similares a los otros edificios.

Es fácil sentir deseo de visitar este esplendoroso lugar, pues no solo es el resultado de cientos de años de exquisitos trabajos sino también una fuente de inspiración para alimentar las obras de los nuevos artistas que definitivamente quisieran ver en el futuro sus propias obras hacer parte de la majestuosidad del Museo Hermitage.